Abstract:
RESUMEN: A inicios de 2017, en México, se necesitaban 20,388 trasplantes entre córnea,
riñón, hígado y corazón, de los cuales, según datos del Centro Nacional de
Trasplantes se resolvieron 7,128, lo que corresponde al 34.96% (Centro Nacional
de Trasplantes, 2017).
Tabla 1. Porcentaje de demanda en trasplantes de órganos en el 2017.
Fuente: (Centro Nacional de Trasplantes, 2017).
Órgano Necesidad Trasplantes Porcentaje
resuelto
Córnea 7486 3762 50.25
Riñón 12477 3150 25.24
Hígado 376 183 48
Corazón 49 33 67.34
Total 20388 7128 34.96
Los datos de la Tabla 1 muestran una amplia brecha entre los receptores en lista
de espera y los trasplantes concretados actualmente. Esto supone un problema
debido al aumento constante que existe en la necesidad de sustituir órganos y la
poca disponibilidad de los mismos por parte de donadores registrados.
Como respuesta ante esta problemática, se han desarrollado sistemas mecánicos
que permiten obtener la sustitución funcional de la capacidad fisiológica perdida,
sin necesidad de realizar trasplantes. Algunos ejemplos de ellos son los
dializadores para el caso renal (McMillan, 2010) y los asistentes mecánicos
circulatorios en casos de disfunción cardíaca (Bueno, Cubero, & Rivera, 2006).
Aunque estas técnicas son las más comunes, ya que proporcionan una solución
temporal, resultan insuficientes, pues no son adecuadas para todos los
diagnósticos. Además, en algunos casos el tratamiento es más costoso a largo
plazo, comparado con un trasplante (Ruiz, Aguirre, González, & Ruiz, 2008).
Otra alternativa terapéutica se centra en la regeneración de tejidos utilizando
terapias celulares (Hernández R., 2006). Las terapias celulares se realizan con
células o tejidos adultos diferenciados. La fuente de tejido a usar puede ser
heteróloga (de otra especie), halogénica (otro individuo de la misma especie) o
autóloga (del mismo individuo) (Fabres, 2010).
Esta última ha despertado especial interés dentro de la comunidad médica y
científica, debido a las posibilidades que ofrece ante la constante necesidad de
sustituir tejidos y órganos funcionales sin depender de un donante. A causa de la
poca disponibilidad de los mismos, se ha optado por apostar por la ingeniería
tisular para realizar investigaciones, que en un futuro permitan la fabricación de
tejidos biológicos especializados a partir de cultivos celulares (Falke & Atala,
2000).
La ingeniería de tejidos ha buscado desarrollar estructuras tisulares que tengan la
forma del órgano a sustituir. Esto implica tres aspectos principales: el desarrollo
del tejido a través de las células que lo conforman, ordenar a estas células de tal
forma que reproduzcan la morfología del tejido, incluyendo el arreglo
tridimensional celular y la tercera que se asocia a la función que debe realizar la
estructura del tejido artificial.
Lograr el desarrollo de tejido mediante cultivos celulares in vitro obtenidos de una
biopsia de tejido autólogo, es la estrategia más utilizada (Alvarez Barreto, 2009).
Sin embargo, obtener el crecimiento de células diferenciadas in vitro, no es
suficiente. Reproducir la arquitectura morfológica del órgano requiere un
crecimiento ordenado de células adheridas a un andamio de soporte (Beltrán
Vargas & González de la Rosa, 2016).
Generalmente, es necesario una matriz extracelular producida por una monocapa
de células que se adhieren fácilmente al andamio para que otras células
especializadas lo hagan (Beltrán Vargas & González de la Rosa, 2016). Uno de
los principales retos para la ingeniería de tejidos se basa en la capacidad
fundamental de dirigir o guiar comportamientos celulares específicos y altamente
coordinados.
Se han propuesto diversas soluciones en el campo de la ingeniería de tejidos, en
cuanto al ordenamiento celular. Uno de los más actuales, que ha demostrado ser
una buena alternativa para el direccionamiento de células in vitro, es la
galvanotaxis (Balint, Cassidy, & Cartmell, 2013).
La galvanotaxis se define como la migración direccionada de células, a partir de la
interacción de un organismo vivo con estímulos eléctricos (Nagel, 1895). Este
fenómeno se ha observado a nivel celular en procesos como la embriogénesis,
angiogénesis (McCaig, Rajnicek, Song, & Zhao, 2005) y metástasis tumoral
(Mycielska & Djamgoz, 2004).
Aunque esta locomoción orientada se ha estudiado en organismos unicelulares y
tejidos animales, su significado funcional aún no ha sido completamente entendido
(Eynard, Valentich, & Rovasio, 2008).
La respuesta celular varía de acuerdo con la señal de campo eléctrico aplicada
sobre el cultivo de un mismo tipo de células. Los estímulos eléctricos aplicados al
cultivo de células, en la mayoría de los estudios, son de corriente directa. Sin
embargo, estas señales pueden variar en amplitud, frecuencia o forma de onda.
Actualmente, se han desarrollado dispositivos que inyectan, sobre el cultivo de
células, señales eléctricas de corriente directa y, en menor medida, dispositivos
generadores de señales alternas (Yuan, He, Zou, & Huang, 2016).
El experimentar con diferentes formas de campos eléctricos sobre un tipo celular,
permite caracterizar comportamientos de migración y/o crecimiento direccionado.
Además, puede ayudar a generar evidencias contundentes sobre mecanismos
celulares de la migración, abriendo la posibilidad de desarrollar tejidos u órganos
altamente estructurados y “confeccionados” a partir de aplicar la galvanotaxis
como método de ordenamiento celular.
Para ello, se debe crear tecnología que permita una experimentación versátil y
sencilla en cuestión de modificación de parámetros intrínsecos de una señal
eléctrica alterna, tales como frecuencia, amplitud y forma de onda. Además de
programas que reconozcan patrones de migración y/o crecimiento direccionado.
Consecuentemente, es pertinente desarrollar pruebas in vitro en organismos
evolutivamente inferiores, como las bacterias, para comprender más a fondo el
fenómeno galvanotáctico y posteriormente escalarlo a un nivel celular más
complejo utilizando células animales, con el objetivo de formar estructuras
diferenciadas pero ordenadas.